Lucca Pitti, banquero de Florencia, ordeno su construcción en el año 1457, aunque no tendría la suerte de disfrutar de el. Fue adquirido por la familia Medici (gobernantes de Florencia desde 1434 a 1743) después de que los herederos de Lucca Pitti se arruínasen acabando el edificio. Desde entonces hasta los días de hoy, todos los gobernantes de la ciudad han habitado dicho palacio. Se proyectó un palacio sobrio y armónico, en el que se integran elementos clásicos de orden dórico, jónico y corintio, otorgando a la piedra un papel fundamental. Sucesivas ampliaciones dotarán al palacio del aspecto actual, que le convierten en una de los edificios más impresionantes de Florencia, con su fachada de más de 200 metros de largo al pie de una colina.
Dentro de el mismo hay varios museos y galerías que ver (para cada uno hay que pagar una entrada independiente). Por un lado tenemos La Galería Palatina, la cual tiene una colección de obras renacentistas y barracas de los siglos XVII y XVIII. Otro de las zonas son los Apartamentos Reales, como su propio nombre indica muestran la forma “modesta” en que vivían los gobernantes en aquella época, decorados con frescos de artistas florentinos. También está el Museo degli Argentini donde se exponen riquezas personales de la dinastía de los Medici. Galleria D’Arte Moderna que básicamente consiste en cuadros de artistas entre los años 1784 y 1924. Galleria del Costume donde se muestran trajes que abarcan desde épocas medievales a la actualidad de la moda italiana. Y por último, y lo mejor de todo para mí, Los Jardines de Boboli, unos enormes jardines para el disfrute de los dueños del palacete que incluyen un anfiteatro, dentro de los mismos, hay una pequeña casa que contiene el Museo de la Porcelana, que por cierto, desde la entrada a los mismos se goza de una genial vista del casco antiguo de la ciudad
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