sábado, 9 de junio de 2012

LA VENUS EN EL ESPEJO



OBRA MAESTRA DE VELAZQUEZ.
NATIONAL GALLERY ( Londres )
Se ha denominado también como: "Venus y Cupido" y "La Venus de Rokeby".
SIGLO XVII - RENACIMIENTO. 1647-1651.
Oleo sobre lienzo.

Es uno de los pocos desnudos de la pintura española, junto a La Maja Desnuda de Goya. Es el único que se conoce de Velázquez, aunque parece que pintó otros.
El simbolismo explícito del cuadro se traduce en que Cupido, hijo de Venus, que es el amor, sostiene un espejo, en el que queda reflejado el rostro de la diosa de la belleza.
La figura alada de Cupido presenta los brazos delicadamente atados. Así, el amor es preso de la belleza. Venus se autocomplace, con cierto desdén, en la observación de su hermosura: Es la vanidad narcisista. El espectador asume un papel ciertamente voyerista, compartiendo con el ángel la visión del cuerpo femenino, mórbidamente recostado,
ofreciendo su dorso .
Velázquez recrea el mito erótico, ocultando el sexo y haciendo
visible el rostro en el espejo, implicando lúdicamente al observador en la contemplación de su obra.
El cuadro ha perdido parte de la perspectiva aérea tan característica de Velázquez, debido a los avatares históricos sufridos y en parte tambien por las malas restauraciones que se le han realizado.
En 1914 la sufragista inglesa Mary Richardson, impulsada por su fanatismo, pues consideraba que degradaba la imagen de la mujer a un mero objeto sexual, le asestó siete puñaladas.
Analicemos brevemente la imagen del espejo, a la luz de los conocimiemtos de la óptica.
El espejo rectangular muestra el rostro de la modelo. Velázquez refleja en el cristal la imagen idealizada de la belleza femenina.
Por la posición del espejo, la mujer no se contempla a sí misma. El espejo mira hacia el observador.
Para ampliar el cuadro, pinchar sobre la foto
¿Quién puede ver entonces su imagen reflejada? La respuesta parece obvia: sólo el que contemple el cuadro. Pero según la lógica reflexiva, si el espejo fuese plano, la imagen debería ser más pequeña y haría imposible el propósito del pintor, de mostrarnos, aunqe veladamente, el rostro de la mujer. Pero si el espejo que pinta el maestro es cóncavo, lo más probable, por la forma de trabajar el cristal en la época, entonces la imagen que nos muestra Velázquez, es posible y verosimil .
No cabe duda de que Velázquez estudió y experimentó en su gabinete con cristales y con problemas de reflexión .
A juzgar por los diferentes tipos de cristales, hasta nueve, que se encontró entre sus pertenencias, según el inventario realizado por Gaspar de Fuensalida. Los resultados prácticos obtenidos de sus observaciones los incorporó en algunas de sus obras. En la que nos ocupa y en la Familia de Felipe IV ( Las Meninas ) al menos.
En el genio sevillano, al igual que en otros pintores, se aprecia una clara tendencia a figurar en sus obras. Así hay quien ha llegado a pensar que la imagen reflejada, velada y difuminada, sería una mezcla de la de la diosa Venus y la del propio pintor. Picasso, Dalí o Goya, entre otros muchos, han copiado e incluso realizado grabados de algunas de sus obras, quedando patente la importancia trascendental de la obra de Diego Velázquez en la plástica posterior.
El reto intelectual de Velázquez, a los que contemplen su obra, no sin cierta ironía, es dejar que cada cual cree con su imaginación el rostro definitivo de la mujer del espejo .

No hay comentarios:

Publicar un comentario