Esta obra marca un giro radical dentro de la obra de Caravaggio, dando inicio al claroscurismo e introduciendo plenamente los motivos procedentes de la historia sagrada.
El tema tratado es la constatación de la Resurrección de Cristo y la vigencia de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, temática de carácter cotrarreformista al ser este un sacramento negado por los protestantes.
El espacio es creado por medio de las posiciones escorzadas de la mesa y la cubertería, apareciendo numerosas naturalezas muertas. Cristo partiendo el pan en el momento de la Eucaristía es el eje axial de la composición, encontrándose iluminado por un foco de luz, dirigiendo hacia él la atención sus discípulos, que lo reconocen asombrados. Mientras, el posadero observa la escena con extrañeza, ajeno a lo que esta sucediendo.
La composición tiene un carácter teatral y dramático, realizando un magnífico estudio de los afecti: la serena tranquilidad de Cristo, el asombro y la emoción de sus discípulos, la extrañeza del posadero... Este nuevo estilo se vera materializado en una nueva serie. Su protector Maria del Monte introducirá a Caravaggio en el mercado artístico con el encargo de realizar tres grandes lienzos para la capilla Cantorelli en San Luis de los Franceses de Roma, según había dispuesto en su testamento el cardenal del mismo nombre. Esta había sido encargada en un principio al Caballero de Arpino, pero al encontrarse este ocupado en otros trabajos la situación fue aprovechada por el cardenal para encargar la obra a su protegido. Este ciclo de San Mateo se compone de tres obras: El Martirio de San Mateo, La Vocación de San Mateo y San Mateo y el Ángel, de la cual se realizaron dos versiones.
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