Diego Velázquez fue el pintor barroco español más importante del grupo porque trató con igual excelencia todos los géneros: religiosos, mitológicos, retratos, históricos, paisajes, bodegones, etc. Además de ser, indiscutiblemente, uno de los mejores artistas de todos los tiempos.
Velázquez nace en 1599 en Sevilla y muere en Madrid en 1660, realizando sus obras en la primera mitad del siglo XVII. En España todavía continúa reinando la Casa de los Austrias. De hecho, Velázquez será pintor de cámara de Felipe IV.
Se trata de una época en la que el estilo artístico que reina es el Barroco, que ha llegado a España desde Italia.
Las características más peculiares y representativas de la pintura de Velázquez son:
Empleo de la perspectiva aérea.
Profundidad.
Pintura "alla prima", es decir, sin realización de bocetos. Por ello, las correcciones las hacía sobre la marcha y se nota en los numerosos "arrepentimientos" en sus cuadros.
La obra de Diego Velázquez es divisible en dos etapas: la sevillana y la madrileña
Etapa Sevillana (1599-1623)
En esta fase, Velázquez tuvo como maestro a Pacheco. Con él aprendió a ser un gran dibujante y a organizar las composiciones. Las primeras obras que realizó pertenecen al tenebrismo (tendencia italiana que procede de Caravaggio). Las características de esta corriente son:
Realismo.
Contrastes de luz.
Composición diagonal.
Los temas que Velázquez pintó en esta primera etapa son religiosos y también populares, extraídos de la vida cotidiana.
Las obras más importantes son:
Adoración de los Reyes Magos
En esta pintura, gran parte del escenario está oscuro y sólo ilumina la parte del mismo que quiere destacar. Se trata, por tanto, de un cuadro de estilo tenebrista, realista y composición diagonal.
La Vieja friendo huevos
Recuerda a un bodegón (con abundancia de naturaleza muerta). Sorprende su exquisito realismo, sobre todo al representar el material en que están hechos los objetos. También es una obra tenebrista.
El Aguador de Sevilla
Obra de nuevo muy tenebrista y de gran realismo, como se aprecia en las calidades de los objetos.
Bodegón a lo divino
Representa una escena de la vida cotidiana con gran realismo y en el fondo Marta y María con Cristo.
Con estas primeras obras alcanza un gran prestigio entre la nobleza sevillana lo que le permite catapultarse e instalarse en el Madrid de los Austrias.
Etapa madrilena (1623- 1660)
Se trata de la etapa más amplia de la vida y obra de Velázquez que a su vez tiene distintas fases.
Inicialmente, desde 1623 a 1629 se emplea como pintor de cámara de Felipe IV y a medida que pasa el tiempo consigue mejores trabajos. En este periodo continúa su formación como pintor, tomando como referencia las galerías pictóricas de la Corte madrileña. Además, en esta etapa conoce al genio flamenco Rubens.
Las obras de esta primera etapa son:
Los Borrachos
se trata de un tema mitológico protagonizado por el dios Bacco. En este cuadro, Velázquez abandona casi totalmente el tenebrismo ya que distribuye la iluminación por todo el escenario.
Bacco está sentado y destaca por su posición, por su desnudo, por la luz, por la corona de hojas de vid...
Se representan las tres etapas de la borrachera gracias a las expresiones de los personajes.
Entre 1629 y 1631 pasa una larga estancia en Italia aconsejado por Rubens. Allí aprende mucho de la obra de los grandes pintores renacentistas y barrocos italianos.
Fruto de este periodo son sus obras:
La túnica de José
Aquí el pintor sevillano trata un tema religioso del Antiguo Testamento en que los hermanos de José muestran su túnica engañando a su padre.
En este cuadro, Velázquez aplica un magnífico estudio de la anatomía humana. Se piensa que tal virtud pudo estar influida por la obra de Miguel Ángel.
Se trata de una escena de interior con una ventana que muestra el paisaje con perspectiva aérea.
La Fragua de Vulcano
Tema mitológico cuyo protagonista es Vulcano, al que representa como dueño de una fragua con sus compañeros, que están confeccionando una armadura para el Dios de la guerra: Marte. El cuadro plasma el momento en que Apolo llega a contarle a Vulcano que su esposa le es infiel con Marte.
Salvo Apolo que es el personaje destacado, el resto es representado de una manera muy cotidiana con un taller artesano de gran realismo. De nuevo, Velázquez da muestras de una completo dominio de la anatomía humana.
En 1631 Diego Velázquez regresa a España permaneciendo hasta 1649. Se trata de una fase prolífica en que realiza numerosas obras.
Las Lanzas o la Rendición de Breda
Relata una victoria real en la guerra de los 30 años en que se elogia a la paz, puesto que los vencedores tratan con respeto y cortesía a los vencidos.
Se trata de una escena al aire libre con gran profundidad, donde aparece ardiendo la ciudad de Breda.
En primer plano aparecen los dos ejércitos (españoles y holandeses) y los caballos actúan como paréntesis de la escena.
Es en estos años cuando realiza muchos retratos en la Corte: el rey, su hijo, su valido... y también de los bufones.
Retrato de Felipe IV
Pinta al rey teniendo como fondo la Sierra de Guadarrama. El caballo está en corbetta, levantando sus patas delanteras y apoyado en las traseras. Emplea perspectiva aérea en el paisaje.
Retrato del Conde Duque de Olivares
De nuevo el fondo es la Sierra de Guadarrama. Lo magistral de esta obra es su captación psicológica excepcional. De nuevo el caballo aparece en corbetta creando una línea diagonal que genera sensación de movimiento.
Retrato del príncipe Baltasar Carlos
Retrata al niño en un paisaje al aire libre con una gran exactitud en la representación del rostro del niño. En este caso, sitúa al caballo de frente.
Retrato del príncipe Baltasar Carlos con atuendo de caza.
Representa al príncipe con atuendo de caza acompañado de dos perros.
Don Sebastián de Morra
Velázquez representa al bufón de manera muy realista y con gran riqueza de colorido. El personaje está sentado, rodeado por un espacio muy amplio y mirando de frente al observador.
El Niño de Vallecas
De nuevo es un retrato muy realista. Pinta al niño en gesto perdido y con las pierna en escorzo. Predominan los tonos verdosos.
También hace retratos que hacen referencia al mundo clásico:
Retrato de Esopo
Se representa a un anciano con un libros y vestimentas de color marrón.
Cristo crucificado
Fue una donación real para el Convento de San Plácido. Es una excelente obra, de gran tenebrismo donde aparece muy iluminado Cristo en contraste con la oscuridad del resto. Su cuerpo es bellísimo, idealizado, con belleza clásica.
Velázquez realiza un segundo viaje a Italia en 1649 al encargarle el rey Felipe IV la adquisición de pinturas italianas. Va a permanecer en el país trasalpino durante dos años. Allí realiza varias obras:
Retrato de Juan de Pareja
Velázquez retrató a su esclavo, Juan de Pareja, que luego sería liberado y convertido en un gran pintor discípulo del propio Velázquez. El personaje aparece con expresión inteligente y viva mirando al observador. En el cuadro predominan tonos verdosos y blancos.
Velázquez demuestra un dominio total de la luz, pintando con pinceladas sueltas que anticipan el impresionismo.
Retrato del Papa Inocencio X
Es un encargo del propio Papa donde además de la maestría en el tratamiento de la luz, destaca el estudio psicológico del personaje.
Paisajes de la Villa Medicci
Aparecen dos figuras pequeñas enmarcadas en el paisaje. El maestro emplea aquí una pincelada muy suelta anticipándose en dos siglos al impresionismo.
En 1651 regresa de nuevo a España. Entre las obras que realiza en esta última etapa de su vida, están las más importantes (sus tres grandes obras).
Venus del espejo
es un tema mitológico en que Velázquez pinta a la diosa Venus de espaldas y acostada sobre una cama o diván, percibiéndose el peso de su cuerpo. Venus es representada mirándose en un espejo que sujeta Cupido. Se trata de uno de los desnudos femeninos más bellos de la historia de la pintura.
Las hilanderas
De nuevo se trata de un tema mitológico que representa la disputa entre Atenea y una joven tejedora llamada Aracne.
En primer plano aparecen las hilanderas. En segundo plano, Atenea cuando castiga a Aracne y en tercer plano, un tapiz.
La composición es simétrica, dotada de gran realismo y movimiento, que se aprecia en la sensación de rotación de la rueca. También es una obra maestra en el tratamiento de la luz.
Las Meninas
Las Meninas es la obra cumbre de Velázquez. Se trata del retrato de la Familia Real escenificado en el taller del propio pintor. Se autorretrata pintando a los reyes, que se reflejan en el espejo. Representa a la Infanta Margarita con sus meninas y bufones y el perro. Se autorretrata como pintor ennoblecido (lleva la cruz de Santiago): como artista y no un mero artesano.
De nuevo es una pintura de gran realismo donde funde la perspectiva aérea y la perspectiva lineal central. Hay dos focos luminosos que son tratados con maestría (puerta al fondo y ventana lateral). La sensación de profundidad es magistral, gracias al tratamiento de la luz y a la pincelada suelta.